jueves, 21 de abril de 2011

Abadía



Soy quien lleva la tea

y clama a sus cenizas,

el abad de los huesos de Rimbaud,

y el delirio frente al mar

en la isla de Patmos.

En mi se quema el río de la noche

y lo demás es sombra,

literatura y sombra

creciente en las ramas del olivo.


Alguien aulló y supo mi nombre,

de él bebieron antiguos esclavos

entre campos de algodón,

en él se predispuso el poniente

a enseñar su entraña vácua y delatora,

en él un día quebraron el altar

de los desesperados.


Benditas sean las péyades

y su afán de ruina siempre.

Un amigo me llama

a que cante el escombro

hacia mi nombre,
y yo no tengo más

que el firmamento mutilado

en mil otoños concebidos;

de mi mano yace un péndulo

de estricta eternidad,

los huesos de Rimbaud

afinan su belleza

como un cuchillo roto,

y más allá del muro

crece el fin.



(Inédito del libro Miedo a los sótanos, 2011)

5 comentarios:

  1. Estimado Juan Carlos: muchas gracias por pasar por mi blog, este un poema exacto, me ha gustado mucho su ritmo, su decir elegante...
    Un abrazo fraterno

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  2. Un placer leer un buen poema. Saludos cordiales

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  3. Muy bien!!!! ¿Por qué sentí que todavía no había concluido?

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  4. Gracias amigos por los comentarios, German, Tal vez es un poema imposible de terminar, en todo caso hay cosas que sobran siempre, o que hagan falta...

    Un abrazo!

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