LAS PALABRAS DESTERRADAS
Los poetas son sepultureros que entierran palabras
y se contentan con las migajas del diccionario.
Criaturas frugales, no aceptan que las palabras brillen como luces de navíos
vistas desde la playa blanca de la página, desde la banal playa de la vida.
Exigen de ellas la sumisión de las bestias domadas en un circo
o que vayan vestidas con el hábito de los franciscanos.
Pero en la noche frígida barrida por las constelaciones
las palabras desterradas se levantan de sus tumbas
y, en el espacio reservado a las fulguraciones perpetuas,
componen el gran poema del universo.
sábado, 30 de abril de 2011
jueves, 21 de abril de 2011
Abadía
Soy quien lleva la tea
y clama a sus cenizas,
el abad de los huesos de Rimbaud,
y el delirio frente al mar
en la isla de Patmos.
En mi se quema el río de la noche
y lo demás es sombra,
literatura y sombra
creciente en las ramas del olivo.
Alguien aulló y supo mi nombre,
de él bebieron antiguos esclavos
entre campos de algodón,
en él se predispuso el poniente
a enseñar su entraña vácua y delatora,
en él un día quebraron el altar
de los desesperados.
Benditas sean las péyades
y su afán de ruina siempre.
Un amigo me llama
a que cante el escombro
hacia mi nombre,
y yo no tengo más
y yo no tengo más
que el firmamento mutilado
en mil otoños concebidos;
de mi mano yace un péndulo
de estricta eternidad,
los huesos de Rimbaud
afinan su belleza
como un cuchillo roto,
y más allá del muro
crece el fin.
(Inédito del libro Miedo a los sótanos, 2011)
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