martes, 23 de febrero de 2010

Canción Penumbra


Tocar un muro ciego y ver el mundo,
elegir el fracaso ante el espejo,
morderse los labios en un grito viejo
que en el verso desola lo profundo.

Balancearse, cadáver infecundo,
bajo las santas olas de un mar perplejo
y ser bajo la cuerda ese reflejo
del ahoracado que miente en lo rotundo.

Engañarse las manos con certeza
y que otros disfruten lo segado
porque nadie te recuerde con tristeza.

Develar estas heridas cual banderas,
volver el rostro, caminar sosegado,
y sentir la sed y el hambre verdaderas.


Juan Carlos Olivas

lunes, 15 de febrero de 2010

Poema de François Villon (París 1431-?)




BALADA DE LOS AHORCADOS


Hermanos hombres que viváis más tarde,
con duro corazón no nos juzguéis,
si de nosotros compasión tenéis,
que Dios después con su piedad os guarde.
Aquí estamos colgados cinco o seis.
El cuerpo, que nutrimos demasiado,
ya está medio podrido y devorado.
Bien que a ser polvo nuestra carne vuelva,
más no os burléis del mal que nos es dado.
Rogad, más bien, a Dios que nos absuelva.

Dejad que hermanos nuestros os llamamos,
aún cuando hayamos sido condenados
por la justicia a perecer ahorcados,
pues buen sentido todos no tenemos.
Y disculpadnos, ya que fallecemos,
ante el hijo sin mancha de María:
que del fuego nos libre en este día
y, sin cesar, su gracia nos envuelva.
Hemos muerto: ninguno de esto ría.
Rogad, más bien, a Dios que nos absuelva.

Ya la lluvia lavó nuestros despojos
y el sol ennegreció nuestras entrañas.
Los cuervos nos sacaron ya los ojos
y arrancaron la barba y las pestañas.
Jamás inmóviles, a los antojos
nos movemos del viento que nos guía,
más que un dedal picados noche y día
por las aves del campo y de la selva.
No entréis jamás en nuestra cofradía.
Rogad, más bien, a Dios que nos absuelva.

¡Oh Príncipe Jesús, cuyo gobierno
se extiende a todo el mundo, haz que en el infierno
Satanás no nos vea entre sus manos!
¡Que huya Satán y que tu gracia vuelva!
No es aquí el caso de reír, hermanos:
rogad, más bien, a Dios que nos absuelva.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Sodoma


Es cierta la ciudad,
petrificada.

Los hombres se han marchado,
siguen sonámbulos
el terco camino de las larvas.

Sólo nos une
esa mirada tendida
de la palabra al terror,
el paso del fuego
en el solo vaticinio de tu sexo.

Es cierta la ciudad,
petrificada,
sobre el hilo oscuro del perdón
ante la muerte.

Volver el rostro
ya es odiar la eternidad.



Juan Carlos Olivas