when the tongues of flame are in-folded
into the crowned knot of fire
and the fire and the rose are one.
T.S. Eliot
The Four Quartets
Aunque Eliot diga
que todo irá bien
y toda clase de cosas irá bien,
continúo atado al borde de una mesa
y batallo contra los elementos
que mi sombra domestica:
el pan ácido del mundo,
este corazón que va secándose
en cada cumpleaños
frente a televisores que dibujan
mis historias mínimas,
y que pueden ser la historia
de un joven en un café
escribiendo sus mentiras,
un despilfarro de fe para salvarse.
No tengo más que esta ciudad
que me rompe los labios,
y puede que todo vaya bien
según Eliot,
puede que el drama del hambre
no sea más que una excusa
para seguir reuniéndonos
y pasar el recuento -noche a noche-
de un holocausto personal
que a nadie importa,
puede que la tristeza no sea más que sequía
y nuestros ojos busquen
el pasto de un cuerpo inalcanzable,
y ya para entonces asistamos a la vida
con profesión, familia
y sonrisa insoportable;
dirían las abuelas que crecimos demasiado
y nos daría miedo marcharnos de repente
sin antes ver nuestro rostro reflejado en el agua.
Toda clase de cosas iría bien,
incluso aquello que dejamos incompleto:
no barrer tanta ceniza debajo de la lengua,
acomodar los libros, las mañanas, el cansancio
y dejar puertas abiertas como brazos.
Podríamos querernos de otra forma,
levantarnos temprano
y escuchar el llanto de la luz cuando amanece,
o sinceramente abofetearnos con el rocío,
la esperanza o la ignorancia
de quien no sabe que todo esto iría bien,
y toda clase de cosas iría bien,
si alguien nos hubiese dicho
que la vida era esto.
(Del libro Mientras arden las cumbres, 2011)