Llegaré borracho a tu funeral Eunice,
aunque no haya alguno,
aunque el viento desarme las letras de tu tumba
hasta anegarlas en los jacintos de mis labios.
Llegaré a tu funeral, borracho,
y estaremos ahí,
diciéndonos tan sólo esas palabras
que los hombres olvidan cuando mueren,
cuando han sido vedados los caminos
y uno mira atrás, sin nombre,
o sin más nombre que el presagio
de algo que sabemos no vendrá.
Llegaré borracho
y te diré mi nombre aunque lo sepas
y diré soy la Nada,
ahí donde tus manos reposan,
y beberás conmigo los huesos de los hombres,
vendrás con la antigua presunción
de quien no muere,
de quien juega esgrima en el espejo
y siempre gana la partida.
Llegaré borracho Eunice
y me perdonarás,
tú que nunca conociste la embriaguez,
y llevaré el mirto de mis últimos días junto a tí,
para que duermas cálida, al fin,
tan sin mí, tan fugaz,
tan dulcemente.
(De Mientras arden las cumbres, 2011)
Puñeta, qué puede uno decir cuando se encuentra uno con un poema de tal fuerza y, a la vez, de tales sentidos sentimientos y de tales emotivas emociones. Decir más es ponerme en pedanterías. Felicitaciones.
ResponderEliminarTremendo, profundo, eriza el vello.
ResponderEliminarUn saludo
un poema imponente sin lugar a dudas
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