sábado, 12 de marzo de 2011

Más de una razón para creer en lo imposible


Lo estoy llamando por teléfono cuando voy a quince metros de su casa. Es la costumbre. Él siempre lo intuye y se encuentra esperándome en el corredor. No hemos termindado de colgar el teléfono cuando nuestras miradas se entrecruzan y una sonrisa cómplice se asoma a nuestras caras. Lo que sigue es un abrazo. Al estrechar su cuerpo lo siento más flaco cada día; aún así, más grande diría yo, como esos pequeños dioses que crecen en la infancia y después se desvanecen.
La casa huele a humo de cigarro. El piso de madera se hunde a nuestro andar. La biblioteca está desordenada como siempre, ojeo los diferentes tomos de enciclopedias, San Juan de la Cruz, Ezra Pound y otros. La luz se proyecta a travez de la ventana y Rolando enciende un cigarrillo. Le pido que me lea algo nuevo. Quiero poesía, verdadera poesía.
Hay papeles desordenados en la cama y me dice: Esto es de un nuevo libro que estoy preparando. Le pregunto cúal es su título y me responde: Razones de lo Imposible. Procede a leer. Siempre me ha parecido que lee pésimo, es como un gato agonizante, aún así quedo totalmente extasiado por el poema, es simplemente hermoso. Posee la locura de la iluminación y la belleza de un pájaro destruído por la poesía. Le insisto en publicarlo. Rolando es un ser demasiado terco, aunque lo entiendo. Nuestro país está culturalmente regido por mediocres y él no quiere ser víctima de este fastuoso sistema. Es una lástima.
Tomamos café y mate. Salimos a los tubos y fumamos mientras miramos a las mujeres de Turrialba pasar como una ráfaga de niebla en el recuerdo. Me despido. Otro abrazo, y retorno a la vida real, a la espantosa vida real.
Han pasado tres meses y no tengo noticias de mi amigo. Me pregunto por esa razón de lo imposible que es el acto poético, esa fe insana de los que permanecemos despiertos.
Me ha llamado Rolando. Lo noto con ira y deprimido a la vez. La Editorial Costa Rica ha rechazado su libro de poesía. La ira nos consume a ambos desde las piernas a los labios que ahora profieren vastos improperios contra tal institución. Ni siquiera tuvieron la descencia de escribir una carta justificando su negativa hacia el libro. Pero nada, no queda otro camino que seguir intentándolo, poner la otra mejilla ente el bastardo y proseguir en el camino de los cardos que se anegan a los pies.
Volvieron a pasar algunos meses. Rolando está eufórico. Me dice que Razones de lo Imposible ha ganado un premio en España. A mi no me asombró en lo absoluto; más bien me pareció algo predecible, algo seguro que por alguna extraña razón no se había dado antes. Lo felicito y me apena no estar en Turrialba en ese momento. Pienso en la Editorial Costa Rica. Deben de estar jalándose los pelos.
Voy para mi trabajo. A pesar de mi mismo son las seis de la mañana. No sé cómo puedo tolerar tanta realidad. Tampoco sé cómo alguien tiene la osadía de llamarme a esas horas de la madrugada. Pero maldita sea, es Rolando. Me dice que ya tiene los libros en sus manos. Le digo que iré a visitarlo ese mismo día en la tarde y así lo hago. Cuando llego me está esperando como siempre. Es imposible no ver la luz sobre su rostro. Me da mi ejemplar y lo siento como un sobrino al que siempre he amado. Nos despedimos. Tomo el bus de Turrialba a Cartago y durante el trayecto, es decir, en hora y veinte minutos he terminado de leer lo que duró más de un año de arduo sufrimiento por parte de mi amigo y por parte de los que esperábamos con ansias este libro.
Al momento que escribo estas líneas usted lector, pensará que hablaré del libro en detalles, pero no. No me da la gana hacerlo porque no soy un crítico (eso se lo dejo a la Editorial Costa Rica) sino un lector terminal, que padece de poesía; he de decir, eso sí, que he leído hasta el momento alrededor de diez veces el libro de Rolando y que no me canso de leerlo. Eso justifica estas líneas y esa es la razón de un sueño imposible que en el tiempo presente es la única realidad que existe.


Juan Carlos Olivas,
San José, 12 de Marzo 2011.

2 comentarios:

  1. Espero poder leerlo. Lo que conzoco hasta ahora de Rolando (poco, evidentemente) me hace esperar cosas muy buenas.

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Que oportuno de tu parte que denuncies la inopia y la miopía de mucha gente que tiene tomado ese feudo llamado Editorial Costa Rica.

    Que alegría que el amigo Rolando salga tan airoso y su primera publicación sirva en adelante de carta de presentación para todo lo que viene

    Cuando escuché leer a Rolando la primera vez sentía que se me iba a ahogar, era como una catarata furiosa, era muy joven, pero había una semilla de poesía en su trabajo que ahora está germinando entre abrojos, más fertil que nunca!!!

    ResponderEliminar