
Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.
Carlos Gardel
Lo primero que haré
será besar la tierra
como el suicida besa
la paciencia de la soga
y los ríos besan en tiempos despeñados
sus fábulas de abismo.
Devolveré la piedra
que guardé en la mochila
y llegaré al volcán Turrialba
más herido de versos que de niebla,
y me sentaré a esperar
las nubes que no pasan,
y los sueños que no pasan,
y los años soberbios que no pasan.
Y cuando todo quede
rendido de presagios
veré a mi madre en el fuego de la acacia,
y a mi hijo sembrar los prados nuevos,
y la piedra que estuvo amordazada
recordará la joven boca de la ausencia,
los campos ungidos de ceniza,
la mandrágora que imita
el sueño del arcángel
y todo cuanto pudo ser
del anhelo de la mansedumbre.
Porque todo final
es asesino de auroras en mis manos
y mis ojos vigilan
el estruendo del amanecer
como un pórtico que abre el comienzo.
Es ahí donde los hombres
roban la fragancia que no les fue devuelta,
es ahí donde las jóvenes
se marchitan en los parques
esperando la vida.
Esto y mucho más
he visto rodar del tiempo ególatra,
enseño mis ecos a los muros de la ciudad
y los caminos son la armonía
del paso en la mirada.
Hoy me colman pensamientos de volver
y la música regresa devastada en los teléfonos;
he olvidado la canción del reposo,
mi barro me entristece en demasía
y parece que del cielo
está cayendo agua del mar,
más sé que es verano
en este atlántico sin puertos.
El espejo me viste a su medida
más esa imagen sólo existe en el cristal,
no va conmigo
cuando todos me ofrecen su silencio,
no me acompaña cuando ofrendo mi vida
debajo de los puentes,
ni cuando escribo poemas
como flores carnívoras
que devorasen por igual, moscas
y versos de Góngora preescritos
para alguna mujer que no lo merecía.
Porque así es la vida,
no basta con acariciar
toda la mitología grecoromana,
ni siquiera sentirse desdichado
bajo las ruinas de Cartago,
ni en las soledades de una Turrialba umbría
que me aguza el recuerdo.
Todo se trata quizá
de sentirse un poco trágico,
buscar falsos personajes
que merezcan elegías,
entre cielos y yámbicos,
y no encontrar a nadie más
salvo a uno mismo.